MIXAR LÓPEZ - Periodista y columnista
(@nomenclatura)
Pensé que ese tipo de hombres no existían, que uno sólo venía a la Tierra para un fin exclusivo, que sólo llegas a este retazo de aluvión para aprender a enterrar a otros, para ejercer ese oficio por el resto de tu vida, hasta que la muerte te regresa a ti mismo al polvo. Pensé que esos hombres — como papá — no eran de este Planeta, porque no debían serlo, porque eran especiales, espaciales, estaban regidos por otras estrellas, otros astros, satélites, constelaciones y nebulosas, diferentes asteroides gobernaban su cabeza, inconmensurables las cosas que hacían en la Tierra.
Sí, debieron ser de otro Planeta — como Papá — o como ese guitarrista, ¿de dónde habrá venido? ¿Del Planeta Musical Sur? Donde orbitan guitarras eléctricas alrededor de él y frecuencias sonoras administran su coexistencia.
Cuando pienso en Él vuelvo a ser niño, cuando veo su efigie me convierto en un adolescente renegado: fino pelillo por debajo del labio, negro cabello crespo cayendo sobre los hombros, tenis deportivos y piel sintética. Soy Frank Zappa frente al espejo, un hombre que vino de otro Planeta, un hombre que lo hizo todo y yo quedaría influenciado por él, porque Zappa es y preexistirá, siempre, hasta la eternidad y aún en el final de los tiempos, su guitarra seguirá sonando en nuestras cabezas, como una órbita lejana, así sea y así será.
Cantó, produjo, diseñó, dirigió películas y orquestas, y tocó la guitarra como el mismo Jesucristo en el desierto, frente a Satanás. En sus acordes no cabían géneros, bien podría ser música concreta — sí, la de Pierre Schaeffer —, música culta o clásica, incluso electrónica, experimentando con la computadora por primera vez, con el Theremin, el sintetizador, el órgano Hammond y el Telarmonio de Thaddeus Cahill, reinventó el jazz, el blues y propagó el rock más puro con ' The Mother of Invention' al lado de Ray Collin, pero sobre todo, ejecutó música de otro mundo, completamente inclasificable, 'Freak Out', el primer disco de las madres de la invención es una fiel prueba de ello, imposible de igualar, pues no existe aún en el mundo una sola persona capaz de tocarlo a la perfección, de la misma manera, ni un escucha que sienta lo mismo al escucharlo dos veces.
Tenía el mejor sentido del humor, una combinación entre intelecto e improvisación, un Beethoven mezclado con Groucho Marx, escribía como Byron y lo metía en sus discos, era un Shakespeare con un toque de Buster Keaton, lo copiarían muchos, pero nadie estaría a su altura, y nadie lo estará.
Calificador y crítico fuerte, ajeno a toda religión, Zappa fue una bandera a la libertad de expresión, un gallardete izado en nombre de todos nosotros, los que estamos tocados, dañados por la música.
Creí que estos hombres no existían — como Papá — que arribaban de otros planetas, y puede ser que sí. Me veo al espejo y aún guardo algo de ellos, un bigotillo pobre, unas canas aquí y sendas arrugas bajo los ojos, unas manos templadas por el trabajo fundamental, por el tiempo y los daños de unas cuerdas de guitarra vieja, canciones callosas en la garganta. Desempolvo la Gibson y la conecto a mi conciencia, levanto la vista y le toco una melodía a las providencias... Porque algunos hombres sólo pueden venir de otros planetas... algunos hombres sólo pueden venir del cielo, como Papá o como Zappa, y mi riff ya va a su encuentro, se escuchará aún y cuando los gases de este planeta se extingan, porque así pasa con las estrellas, no mueren hasta alguien deja de verlas, hasta que alguien deja de escucharlas.