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Amy, en cuerpo y alma

MARIANELA VANUCCI . Columnista en Radio Rivadavia

(Twitter: @soyemeve)

 

Amy, la mujer que tenía once gatos a los que les quiso dejar su fortuna.

Amy, la mujer que tuvo sólo dos discos.

Amy, la mujer diagnosticada maniaco-depresiva.

Amy, la mujer que soñaba con ser camarera sobre patines.

Amy, la mujer que decía que su superpoder era la sexualidad.

Amy, la mujer que la expulsaron de la Escuela de Teatro de Sylvia Young por hacerse un pearcing en la nariz.

Amy, la mujer que quería sobrevivir a un matrimonio con un esposo preso.

Amy, la mujer a la que le rompieron el corazón por no tener solución.

Amy, la mujer que le incendió un vestido a Alexander McQueen.

Amy, la mujer que pintó un cuadro con su propia sangre.

Amy, la mujer que aún se le aparece como fantasma a Pete Doherty.

Y nos quedamos cortos. 14 de septiembre de 1983 nacía en el seno de  una humilde familia judía. Hechicera como solo ella podía ser, la luz  blanca del blues nos dejó tanto en tan poco tiempo que aún no sabemos procesar su perdida. Sus letras eran poco esotéricas. ¿Pero por qué?  Porque con solo analizar sus letras, nos damos cuenta de su pedido a gritos de ayuda, contradictoriamente plasmaba también, sus ganas de salir adelante sin ayuda de nadie, de sus ganas de calmar el dolor de su pobre corazón roto con sustancias que adormecieran el dolor, la mujer  que decía que todos podían ser más fuertes que ella en Stronger Than  me. B.B. King, Jimmy Reed, Robert Johnson, Muddy Waters, John Lee  Hooker.

Si no les suena, obligatoriamente, estúdienlos, de memoria, como cuando aprendieron a sumar y restar. Son esos datos que todos  tenemos que tener. Estos mismos reyes del blues, que empezaban muy  temprano a incursionar, nos brindaron una brutal apreciación de un  género que cada vez pisa más fuerte. Llegó a ser apreciado hasta por  quienes no les interesaba el género. A los que somos más chicos,  pudimos aprender de un género que creíamos del que nos había pasado nuestra hora, gracias a una popular Amy, apodada la Voz blanca del  Blues.​

¿Quién puede culpar a alguien por no poder resistirse a las drogas, al alcohol, o a las drogas? Así, como una persona cualquiera, Amy demostraba su esencia luchando. Poniéndole música a lo que la atormentaba y le producía desesperación. Si tan solo con 27 años pudo lograr todo lo que nos genera, solo con dos discos y una vida huracanada, le debemos demasiado.

¿Quién la puede culpar por no querer ser un estereotipo de mujer normal? ¿Por querer romper el molde? Todos tuvimos decepciones amorosas o vivenciales que nos desgarraron el alma, y cada uno lo demostró de una manera particular. Ella, por su parte, le puso una guitarra, un peinado Crepé, y nos abrió su alma de Blues. Recuerden, que Amy, antes de ser popular decía que su música era basura.

Miren dónde estamos ahora, glorificando su paradisiaca e imborrable voz, y lamentando que se nos fue tan temprano. Ojalá haya alguna vía de comunicación al Cielo, que le haga llegar que logró todo, y más, así puede descansar en paz.

 

Corona

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