El show de Korn en Chile estaba marcado por varias situaciones, uno era el regreso de la banda de Jonathan Davies junto a su tribu quienes ha mediado de los años 90 removieron la escena del metal con una propuesta denominada Nu Metal o Agro Metal, provocando ronchas en los más puristas del género pero que a más de 20 años de aparición está instalada como una importante corriente que supo hacer historia propia y construir leyenda. El otro interés casi magnético del show era saber cómo lo haría el pequeño Tye Trujillo,  el hijo  de  Robert Trujillo (Metallica) que  con 12 años fue el escogido para reemplazar, ni más ni menos, que al clásico bajista y alma de Korn “Fieldy”.

Lo cierto que ante la imposibilidad del fundador de la banda, fue el mismo quien sugirió la llegada el pequeño Trujillo. 21 horas en punto y los acordes de Right Now abrían los fuegos en el escenario del Teatro Caupolicán, histórica plaza de la ciudad de Santiago que ha albergado eventos de la política, el deporte y música en Chile. Tye Trujillo hizo su aparición con el oficio y la claridad que no se suponen de un niño de ¡12 años! Sorprende, arrasa, apabulla y se gana a la audiencia que también va a darle el apoyo a esta extraña apuesta escénica, nunca antes vista pero que cuaja en la tremenda vibra que emana de los integrantes de Korn, para con Tye y especialmente con su audiencia mostrando una cercanía y empatía que cuesta ver en las grandes estrellas de rock.

En medio de un completo recorrido por su discografía que incluyó cortes de su más reciente placa The serenity o suffering (2016) un hombre está parado a la orilla del escenario. No quita su vista en Tye, asiente con su cabeza, esboza pequeñas sonrisas y mantiene la distancia entre el trabajo de su hijo y su rol de tutor. Es Robert Trujillo, si, el bajista de Metallica está a un costado del escenario cumpliendo una labor distinta a la que le conocemos. ¡Es el roadie de su hijo! En cada interludio lo espera con una botella de agua, lo seca con una pequeña toalla para despojarlo del sudor del escenario, le cambia la polera, le habla de forma lacónica, no muchas palabras porque Trujillo (padre) sabe y entiende que se trata de un niño de 12 años que tiene la oportunidad de adelantar su tiempo, pero que no debe ni merece ser sometido a una mayor presión como la que ya tiene.

El show prosigue, Tye ha cumplido con creces las expectativas, dirige unas miradas a su padre, casi como para decirle “mira, lo hago como tú”, y sigue. No sabemos qué pensará Robert de todo esto. A lo mejor suponemos más de lo que es, pero en eso está nuestra labor, descifrar lo que vemos en gestos y/o miradas. ​

Es un divertimento, pero Tye lo cumple con el profesionalismo de los más antiguos en la carretera y Robert Trujillo está a un costado, esta vez las miradas no son para él, los aplausos son para su hijo, el pequeño Tye Trujillo que responde con los cuernos del demonios, con uñetas para la audiencia, con choque manos con los de la primera fila.

El show de Korn termina, la banda no se cansa de demostrar su pasión por el público y Tye hace lo propio, es el más vitoreado de la noche sin dudas mientras al lado del escenario lo mira Robert Trujillo, el bajista de Metallica que esa noche ha sido solamente un padre orgulloso guiando a su hijo en complicado camino del rock.