IVÁN NIEBLAS 'EL PATAS' - Periodista y locutor de Reactor FM y Convoy
(@ivannieblas)
Un día como hoy, 50 años atrás, Pink Floyd dio a conocer su álbum debut, The Piper at the Gates fo Dawn, el cual, para muchos, sería el principio de una nueva era en la historia de la música.
Al inicio de su carrera, Pink Floyd no era más que una banda de adolescentes aburridos que buscaban divertirse tocando música, haciendo covers de estándares de Rhythm and Blues. Su cantante y guitarrista, el pintor Syd Barrett, no estaba conforme con entretener a sus contemporáneos, tampoco lo estaban sus compañeros de banda Rick Wright, Nick Mason y Roger Waters, todos buscaban algo más. La naciente psicodelia pareció mostrarles el camino a seguir. En Estados Unidos, Haight-Ashbury era el punto de reunión de las nuevas corrientes de pensamiento psicodélico, en Londres ese lugar fue el club UFO, donde Pink Floyd muy pronto se estableció como la banda de casa.
Pink Floyd no era un grupo que hacía sencillos, era una banda que creaba arte a través de la improvisación. Si bien podían tocar un estándar como “Louie Louie” en vivo, la canción más que ser covereada les daba un pretexto para iniciar largos viajes por más de 10 minutos, en los que su frenesí sonoro contagiaba a los presentes, olvidándose a veces de la canción que estaban tocando. Aún más, para alejarse de toda pretensión de “fama” y evitar ser encasillados como ídolos juveniles, el grupo se ocultaba literalmente detrás de “paredes” de luces multicolores y estrobos, provocando que la atención no se centrara en los ejecutantes, sino en la propia música y las sensaciones que provocaba.
Syd Barrett fue el arquitecto creativo de la operación Pink Floyd. Las drogas, sus ideas radicales y las innovaciones tecnológicas de la época, cambiaban su visión sobre el mundo constantemente, lo cual se veía reflejado en sus canciones. Sus recuerdos de la infancia o las noticias más triviales, eran transformadas bajo los influjos de la lisergia. Sin embargo, Syd también tenía un gran oído y sensibilidad para crear estructuras que coqueteaban con el Pop. Prueba de ello fueron sus primeros dos sencillos: “Arnold Layne” y “See Emily Play”. Canciones artísticas, frescas y con el potencial comercial suficiente para que la disquera de los Beatles, EMI, les ofreciera inmediatamente un contrato de grabación. Barrett compuso 10 temas para el álbum, 7 de ellos solo, 2 con Rick Wright y uno acreditado a toda la banda, dejando lugar para “Take Up Thy Stethoscope and Walk” compuesta por Roger Waters, presagiando de alguna forma lo que ocurriría en el futuro.
Durante las sesiones de grabación además de la instrumentación habitual, el grupo recurrió a trucos de estudio que revestirían el disco, al igual que el Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, de The Beatles, (el cual se estaba grabando en las mismas fechas en el estudio de al lado). El responsable de ello fue el ingeniero Norman Smith, quien había trabajado con el 'Cuarteto de Liverpool¿ hasta el álbum Rubber Soul, por lo que estaba acostumbrado a las ideas más descabelladas que los músicos pudieran proponer. Aunque quizás no estaba preparado para enfrentarse con la inestabilidad mental de Syd, quien hacía una toma de una canción, y al tener que repetirla grababa una cosa completamente distinta. Aunque hoy parezca algo de lo más común, entonces nadie estaba haciendo música como la de Pink Floyd. Su combinación de Psicodelia Pop, abría las posibilidades a otros para demostrar que se podía ser creativo y exitoso al mismo tiempo.
“Astronomy Domine” le da la bienvenida al escucha con una muestra de Rock cósmico que además incluía mensajes en clave Morse y la voz de Peter Jenner, su manager, hablando a través de un megáfono para simular una transmisión desde alguna estación espacial. “Lucifer Sam” posee unos riffs geniales, un órgano que enmarca la siniestra historia del endemoniado gato siamés propiedad de Syd. “Matilda Mother” es una de las primeras muestras de la factura Progresiva que el grupo mostrará posteriormente. “Pow R. Toc. H.” es una pieza innovadora en la que el grupo usa sus voces como elementos percusivos, iniciando en cierto sentido lo que muchas décadas después se conocerá como beatboxing. La pieza central del álbum (al igual que en sus conciertos) es “Interstellar Overdrive”, un verdadero viaje interestelar en escala cromática que se extendió durante casi 10 minutos en los surcos del disco, aunque en vivo podía durar mucho más. Hay un tema central al inicio y final, pero toda la parte media es la más pura forma de improvisación, siendo el antecedente directo del Space Rock.
Barrett le dio a Pink Floyd la reputación por la que hoy en día es conocido. El éxito de su carrera comenzó con él y las canciones de The Piper at the Gates of Dawn. Es irónico que con la popularidad del álbum, Syd Barrett se fuera desvaneciendo poco a poco, alejándose a toda costa del reflector y sumergiéndose en las profundidades de su mente, afectada sin remedio por el abuso del ácido lisérgico.
Musicalmente, las contribuciones de Syd no llegan más allá del segundo álbum, A Saucerful of Secrets. No obstante, sus ideas, la “mística” de su presencia, el misterio de su “desaparición”, la tragedia de su resquebrajamiento mental, han estado presentes en la obra posterior de la banda e incluso en los conciertos, al igual que en los de Gilmour y Waters en solitario.
The Piper at the Gates of Dawn fue una de las escasas muestras de Rock Psicodélico británico que podían encontrarse en 1967. Estaban muy alejados de las vibras de amor y paz de la escena norteamericana, que se encontraba inmersa en las vibras del “Verano del Amor”.
El álbum es un fiel representante del espíritu de la época. Sus letras, en cierto modo infantiles e inocentes, son poéticas e inequívocamente británicas. De no haber sido por The Piper at the Gates of Dawn y toda la serie de eventos que desató, jamás habríamos conocido la vasta obra que hoy nos ha dejado Pink Floyd. Ese Diamante Loco, Syd Barrett, sembró la semilla con su distorsionada visión convertida en arte.