MIXAR LOPEZ - Periodista y columnista
(@nomenclatura)
Unos Walkman TPS-L2 amarillos marca Sony, casi averiados o por completo, la campiña al Sol. Estoy sentado en la playa “Las Gatas” de Zihuatanejo. Sólo yo y la adolescencia aullando muy fuerte desde el fondo del mar: Will she stand alone?
Un eco sordo, proveniente del abismo, una voz como el propio Cthulhu, grave, inhumana, pero melancólica. Tentáculos que lisonjeaban a los jóvenes, acariciándolos, tentándolos, arrastrándolos hacia el precipicio, como la voz propia, una voz de fragor, de agua colisionando contra el agua, de olas en la depresión, volcándose en el arrecife, en la espesura, buscándote: Where ya going for tomorrow? Me desvió, la voz me cautiva, me abduje, nunca podré salir del mar, nunca podré visitar Seattle.
En el fondo, junto a los cadáveres que el rudimento arrastra, escucho el sonido, el sonido que Silvia Marino definiría como el más vivo que nunca, un subgénero, señalan, tocado por el Noise, el hard y el punk, siempre el punk, cuatro palabras tatuadas en las plantas de los pies de todos los ahogados, pies que nunca llegarían a Washington, por estar varados en el espeso fondo del mar, donde nos rebasaban marejadas, enérgicas tormentas eléctricas y mareas rojas distorsionadas, y las melodías vocales, las harmonías apoderadas de Cthulhu, cadencias guturales de deidad roja, repetitivas en la profundidad, pegadizas como medusas, vocalizaciones del desencanto, de la apatía, predominantes en el fondo del mar, junto a los cadáveres podridos, atesorados por el monstruo de diez kilómetros de altura: So is it raining in your bedroom?
La década de los noventa es la espesa base del mar, diez años sumergidos en el dolor, bajo la tempestad. La década de los noventa es un ahogamiento de la juventud, bajo las órdenes y el canto de un calamar disimulado de Sirena, seduciendo a los marineros tristes y borrachos de un 1990 autocompasivo. Algunos hundían sus barcos en el fondo de un encrespado vaso de cerveza, a otros nos arrastraba el sonido de Cthulhu, una resonancia llamada Grunge, un monstruo de nombre Scott Weiland.
Un pulpo, un barítono ligero, que en un concierto marítimo de los Black Flag conocería al Azathoth DeLeo, formarían entonces la banda que nos arrastraría, y el calamar escribiría todo, incluso nuestro descenso, inclusive su propio declive. La bestia sería acusada por copiar a las bestias de Vedder y Staley, pero esto no sería cierto, Weiland provenía de la verdadera oscuridad, la más remota, se había fraguado solo, escuchándose así mismo, el mismo 'Core', ensayándolo bajo la marea, hasta sacar a flote el 'Sex Typthing'. Fue un surfista el que lo atrajo, apenas un punto deslizándose en la superficie, un Butthole quien le presentó a la heroína, de ahí sobrenadaría a los brazos del Crack, y así se convertiría en el monstruo que todos conocemos.
Cthulhu se aislaría después de la marea, tras las rejas de la oscuridad. Amarga el agua y amarga la voz, soñaría con el lagarto y su “Through to the other side”, hablaría con las sirenas y todas lo rechazarían, por eso prefería a los hombres de la costa, y a los tripulantes briagos del Grunge y delirantes de la tristeza. Los Stone Temple Pilots cesarían su euforia bajo la borrasca... y nunca la calma. Cthulhu viajaba en una onda marina que lo llevaba de gira con The Wildabouts, una mala combinación entre MDA, alcohol y cocaína, aunada a los problemas relacionados con salir a la superficie a respirar. Murió.
Yo fui abducido con él, quedaría el aparato abandonado en la playa bajo el Sol, pero en la espesura del mar sonarían aún más fuerte “Interstate Lovesong”, un color de voz cálido, con giros y registros asombrosos, en tonos altos, medios y bajos, de ultramar. Dejarían loores como el mismo 'Core', 'Purple', 'Tiny Music... songs from the Vatican Gift shop', 'No. 4', 'Shangri – La Dee Da', 'Thank You', 'Buy This' y 'Stone Temple Pilots'.
Melancólicos perros playeros encontrarán los TPS-L2, perros sonoros sedientos, famélicos canes, perra melancolía, perros resucitados después de suicidarse en el Puente Overtoun, rockeros, pérfidos, perros del Grunge, noventeros perros flacos que llevan tatuados en los huesos la imagen de un Cthulhu andrógino, que ansían tentáculos y ansían la droga de la Felpa.
Todos los hombres fueron traídos al fondo, una generación, la generación X sumergida en la fosca del mar, del Grunge, ahogados en el océano, agarrotados en la sal, arrebatados por tentáculos volátiles, consejeros, una generación de adolescentes que se negaron a envejecer, prefirieron sumergirse en el agua, escuchando a los Stone Temple Pilots: Would you even care?
En la playa quedarían sólo perros, otean mi walkman de la pubertad, escuchan a Weiland en ellos, escuchan a Cthulhu, escuchan el pasado y escuchan la nada. Llevan a sus hocicos la música, la trozan como si fueran un hueso y en su olfato queda la resonancia. Sé que van a buscarme; nuevas generaciones nos absolverán, cuando los perros con la memoria resonante encuentren el nuevo disco, entonces mi cadáver los esperará desde el fondo, hinchado, verde e inmundo, pero atento; esperando a los Perros del Alba.
Saldré de nuevo a la superficie, emergeré a la playa para alimentarlos, cuando los perros comiencen a oler de nuevo a Cthulhu: ¿lo olerán sólo a él?