Rito (DRAE): “Costumbre o ceremonia. Conjunto de reglas establecidas para el culto y ceremonias religiosas.” 

Primera, segunda y tercera llamada. Luces bajas. Suenan los primeros acordes musicales y regresan las luces para encontrarnos en comunión con el músico o los músicos que hemos venido a ver. Hasta aquí, todo es muy sencillo. Desde aquí todo se convierte en ritual, en experiencia única, en recuerdo.

Siempre me ha llamado la atención el carácter mágico de estos encuentros. Tal vez escuchaste un millón de veces la canción que escucharás en este concierto por la radio y no te despertó emociones semejantes, pero aquí llegó el momento de escucharla y de vivirla a todo color.

El ritual más elevado en un concierto es la entrega. No en vano, los conciertos a nivel “experiencia” siguen siendo el producto más redituable de la industria musical.

Hay algo especial en ellos que, estemos donde estemos, nos mueve, nos hace recordar. No sería la undécima primera vez que veríamos el mismo show, como si de un blu-ray se tratara. Es una experiencia única que tal vez tenga similitudes en otras fechas, si hablamos de una gira, pero que nunca será igual a la anterior. Tanto poder tienen los conciertos. Además de ser el autor de “Alicia en el País de las Maravillas”, Lewis Carroll destacó como fotógrafo y aunque muchos no estaban muy de acuerdo con sus postulados, hay uno que me llama infinitamente la atención y parafraseo ya que hablamos de este tema: Carroll contaba que, cada vez que le tomaba una foto a alguien se hacía con un fragmento de “alma” de la persona a la que retrataba.

Para su época, esto causó mucho revuelo y apoyó en la construcción de una imagen negativa de la fotografía. Pero, ¿Qué no son las fotografías instantáneas de un momento vivido?

Hasta cierto punto, cuando asistimos a un concierto nosotros también nos quedamos con un poco del alma del músico a través de su entrega. Y eso lo agradecemos, ya que nos conectamos en un solo espíritu con ese personaje etéreo al que en algún momento decidimos seguir.

Nos hemos vuelto y nos volvemos coleccionistas orgullosos de momentos. Hace poco, un amigo me contaba sobre las mil y una cosas que pasaba para asistir a cuanto concierto se hacía en la ciudad. Era, para él, necesario e imperativo asistir. Tal vez, no tener otros signos de seguimiento, pero acudir “religiosamente” al encuentro con la música en vivo. Es una meta loable de vida donde, al final, también te vuelves en un compilador de historias.

Me pregunto a qué conciertos ya habrá decidido asistir de los que se han anunciado este año. Yo comienzo a hacer mi lista. ¿Y ustedes? ¿En qué concierto nos veremos este 2017?