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Los 72 años de Dios

RAINIERO GUERRERO - Director Radio Futuro 88.9 FM

(Twitter: @rainierogf)

 

Sí, fue un “desafortunado graffiti” ese que hablaba de "Clapton is God", como lo señalara el propio Clapton alguna vez y tiene sentido porque será muy difícil encontrar otro nombre de la talla de Eric Clapton con más bajo perfil que el que ha desarrollado 'Slowhand' a lo largo de su carrera. Para bien o para mal quedó como el Dios de la guitarra y no porque tocara más rápido que otro o hiciera más notas que otro, simplemente pasa que con Clapton y a partir de su divina intervención en el tema ‘While my guitar gently weeps’, original de George Harrison y grabado para el Álbum Blanco de The Beatles en 1968, el solo de guitarra dejó de ser un relleno para transformarse en un evento de la canción, una parte esperada, el momento épico en que muchas canciones quedarían para siempre en el recuerdo o la deriva como otro buen intento.

El guitarrista como héroe del rock and roll, emblema de una rebeldía, herencia que por cierto ya venía desde el propio Chuck Berry como el padre fundador de esta imagen, pero no sería hasta Clapton que el público comenzará a valorar de otra forma esa figura que hoy está a la baja en la música; el solo de guitarra.

Luces y sombras

Fue su irrupción como el prodigio de The Yardbirds en 1963 que emigró hacia lo más profundo de las raíces del blues de la mano de John Mayall y la Bluesbrakers, porque lo suyo era seguir el camino más puro del blues, aunque el verano del amor de 1967 hicieran que su blues se mezclara con la sicodelia y dar forma a uno de los grandes tríos de la historia del rock: Cream. Una revolución musical que coexistiría con la Jimi Hendrix Experience como la forma en que la guitarra se hacía dueña de la escena del rock.

Blind Faith sería su siguiente paso, otra súper banda que lo pondrá cara a cara con otro genio del rock británico como Steve Winwood y con quien darán a luz su única placa de estudio. Banda de paso fugaz e inmenso legado que comenzaba a mostrar el lado oculto de Clapton, aquel que hablaba sobre el miedo a la exposición, su refugio en las drogas y los proyectos que no mostraran su nombre como protagonista central. De ello emerge Derek and the Dominos, más que una banda, un lugar para ser uno más en momentos que el ‘Clapton Dios’, el máximo referente de las seis cuerdas debía cargar con un peso que no pidió. Un disco y un himno memorable, declaración de amor desgarradora como ‘Layla’ serían su último proyecto de banda antes de su auto retiro de los escenarios y un corto paso por Delaney and Bonnie.

Su carrera como solista ha tenido altos y bajos, muchos de ellos explicados en su autobiografía (Arrow, 2008) donde el abuso del alcohol y las drogas fueron una compañía permanente en buena parte de los 70 y 80. Hay grandes y remarcadas obras en ese periplo. ‘461 Ocean Boulevard’ o ‘Slowhand’ son puntos verdaderamente altos, otros fueron más bien parte de los contratos que debía cumplir con las disqueras. Uniones artísticas con músicos como J.J. Cale o Phil Collins marcaron buenos momentos en términos de popularidad.

Nubes que llegan y se van

La vida de Clapton siempre estuvo marcada por un ausentismo familiar no menor. Hasta los 9 años el pequeño de Surrey entendió que su madre era realmente su abuela, que su padre no existía como figura y que su madre biológica estaría pronta a aparecer en escena para poder ordenar, en parte, la vida de un pequeño que ya había generado los traumas que aparecerán en momentos que la fama se hicieron de la vida de Eric. Por esto mismo que la tardía paternidad de Clapton suponía un desafío.

 

 

En agosto de 1986 llegaba al mundo su primogénito Connor (de ahí que su disco de 1987 lleva por nombre ‘August’) lo que significaba un punto de partida en la vida de Clapton y el cierre definitivo de la traumática relación con Patty Boyd, antes Patty Harrison. En momentos que el músico decidía limpiar su cuerpo, cambiar sus hábitos y tomar nuevamente las riendas de su vida sobrevino la tragedia de 1991. “Muchos pensaron que volvería a mis antiguos hábitos pero en cierta forma decidí que el mejor homenaje que podría hacer a mi hijo era seguir en ese camino que gracias a él había comenzado”, señalaría Clapton en su autobiografía.

La llegada el cielo

Siempre fue el Dios de la guitarra o el gran genio de la guitarra, pero sería la década del 90 la que finalmente le dará Clapton los réditos que debían estar en sus vitrinas. Un experimento como MTV Unplugged resultó ser su llave maestra al olimpo. Doce premios Grammys en una sola noche, disco multiplatino, ventas millonarias en todo el mundo y un Clapton que mostró sus reales condiciones de la mano de una Martin acústica para rendir quizá, uno de los mejores tributos que se le han hecho a la música blues. Si tomaste alguna vez una guitarra, te aseguro que el Unplugged de Eric Clapton estuvo entre las canciones que quisiste sacar.

La carrera de Clapton se ha llenado de discos que se han ido sumando a su larga discografía, homenajes a muchas de sus influencias han llevado a Clapton a un lugar de comodidad musical donde ha decidido quedarse, sin tomar más riesgos de los que ya tomó. I still do (2016) su última placa de estudio es la representación de ello. Un recorrido al catálogo más tradicional del blues y el jazz norteamericano, casi como un ejercicio de goce, de tranquilidad y estabilidad de un sobreviviente del rock y que no tiene que demonstrar nada a estas alturas.

Tuve la suerte de poder ver a Eric Clapton el domingo 19 de marzo último en el Madison Square Garden de la ciudad de Nueva York y fue durante su presentación que comprendí que lamentablemente nuestro Dios lucha día contra su enfermedad (neuropatía periférica) y que en el escenario se traduce en un menor virtuosismo, pero al mismo tiempo, se puede apreciar a un Clapton de notas precisas, valor fundamental de un blusero que con los años se ha ido transformado en eso; un viejo blusero que seguirá hasta sus manos no puedan más siempre desde la comodidad de aquel que cruzó el desierto y se enfrentó a los demonios del camino que dejó atrás porque cuando hablamos de Clapton hablamos de Dios y la historia nos ha enseñado que por sobre el bien y el mal siempre habrá uno y ese es Eric Clapton, el Dios de la guitarra.

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